jueves, 31 de julio de 2008

Bermejo defiende la caza y rechaza que se vea a los cazadaores como "asesinos"

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MADRID, 28 Jul. (EUROPA PRESS) -
El ministro de Justicia, Mariano Fernández Bermejo, se confiesa cazador y asegura que "cazar es muchísimo más que matar un animal".
A Bermejo no le preocupa que pueda estar "mal vista" su afición a la caza, aunque reconoce que "todo se usa con fines políticos". El titular de justicia defendió además esta practica que suele practicar en Asturias, aunque se "pierde" por alguna zona de Castilla y León, y rechaza que se vea a los cazadores como asesinos.
"La caza existe sin muerte porque la mayoría de las veces fallamos. Yo hago balance de los disparos que he podido hacer en mi vida y la mayoría han sido fallidos". Así se expresa el ministro de Justicia en una entrevista recogida por Europa Press que publica en su último número la revista 'Jara y Sedal', en la que defiende esta actividad porque "cazar es hacer grupo, te enseña a convivir, a compartir en un entorno natural".
No le preocupa que pueda estar mal visto que un político sea cazador. "Yo voy a seguir defendiendo mi derecho a cazar mientras sea una actividad legítima, y eso significa defender el derecho de mucha gente que le gusta y que quiere desarrollar ese tipo de relación con la naturaleza, que excede a mi juicio de lo que conocemos como deporte", argumenta.
A su juicio el problema es que "se utiliza todo con fines políticos. Yo todo lo que hago es confesable: cazo, pesco... Es curioso, lo de la pesca está menos mal entendido. Y, sin embargo, pesco siempre que puedo y lo que me gusta es comerme lo que pesco".
Recuerda que con apenas ocho años su padre le llevó "como morralero" y que le dejó de herencia cinegética su primera escopeta de aire comprimido y su primera pieza menor "fue con esa edad". Caza donde puede porque "ahora la cosa no está como para tirar cohetes", pero sobre todo en Castilla-La Mancha y Asturias. En esta última comunidad practica la caza asturiana del jabalí y también se pierde "por algún pago de Castilla y León".
Cree que entre los ciudadanos de las grandes urbes hay "desconocimiento" sobre "lo que es la naturaleza, la salvaje, la incómoda, llena de animalitos, dónde si uno se integra realmente basta con quedarse una noche de espera, en enero a ser posible, para saber lo que significa el relente, el frío en los huesos. Eso es integrarse en una naturaleza que es así de dura. Ellos nunca lo sabrán".
Confiesa que no le gusta que tilden de asesinos a los cazadores y subraya que la caza es una actividad "absolutamente legítima si se produce en las coordenadas legales en que está regulada".

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Por qué defender a los animales?

Si observamos a nuestro alrededor y nos dedicamos a analizar nuestra relación con el resto de los animales podremos ver fácilmente que los animales que no pertenecen a la especie humana son comúnmente considerados recursos, medios para nuestro beneficio, materia prima de la que valernos, son nuestras propiedades. Ya sea en espectáculos, para entretenimiento (caza y pesca), para la producción de prendas de vestir, en experimentos o para alimentarnos, la consideración de los animales como objetos provoca que cada segundo miles de animales mueran víctimas de una explotación sistemática e institucionalizada.
La raíz de todo ello, el verdadero problema que tienen los animales es la discriminación moral que sufren. Para los seres humanos los demás animales no son merecedores de consideración moral por el mero hecho de no pertenecer a nuestra especie, es decir, por tener diferente aspecto, diferente color de piel y tener diferente grado de inteligencia. Este prejuicio por pertenecer a un grupo diferente se denomina especismo y es una actitud análoga al racismo o al sexismo.
Analizándolo con objetividad nos daremos cuenta de que el especismo es éticamente insostenible, al igual que lo son el racismo o el sexismo puesto que no puede justificarse la privación de libertad, la violencia física, y posterior sacrificio, basándonos simplemente en la pertenencia a un grupo diferente. Dicho criterio de discriminación es arbitrario, injusto y falto de ética.
De la misma forma, no pueden justificarse dichas actitudes por una superioridad intelectual, o por determinadas capacidades racionales, ya que ello justificaría que cualquier individuo que nos supere intelectualmente tendría derecho a decidir sobre nuestra vida, nuestra integridad física y nuestra libertad. O que cualquier humano psíquicamente disminuido podría ser tratado como un objeto de consumo, por estar mermado de capacidad racional (bebés, enfermos de Alzheimer, etc.).
Lo cierto es que no desproveemos del derecho a la vida y a la integridad física a individuos humanos con inferior nivel de inteligencia y eso nos demuestra que en realidad, por mucho que intentemos remarcar la superioridad humana, la explotación animal tiene lugar únicamente por el hecho de la no pertenencia al mismo grupo: a la especie humana.
Por tanto, según lo argumentado, si es injusto discriminar en función de la pertenencia o no a un grupo (ya sea especie, raza, género, clase social…), y también es injusto discriminar en función de las capacidades intelectuales y racionales ¿qué justificación encontramos para la muerte de más de 3.000 animales cada segundo en todo el mundo? Nuestros compañeros de planeta viven diariamente un auténtico infierno encerrados de por vida en las jaulas de los criaderos, granjas intensivas, circos y zoológicos. Son literalmente despedazados, electrocutados, mutilados, degollados y asfixiados en plazas de toros, laboratorios y mataderos, en condiciones de sufrimiento inimaginables para nosotros.
Muchas personas intentan buscar una justificación fundamentada en que se ha hecho siempre, es lo tradicional, lo natural… Si esta argumentación fuera considerada suficiente, estaríamos justificando otras muchas discriminaciones que eran igual de tradicionales y que se venían practicando desde hace decenas de miles de años hasta hace unos pocos cientos. Me estoy refiriendo a cosas como la esclavitud legalizada de seres humanos, la quema de herejes en la hoguera o a la prohibición del voto de las mujeres. Incluso muchas que se continuan practicando hoy: la mutilación genital de las niñas en países musulmanes y muchísimas otras que no es necesario desarrollar. Lo importante es que, el hecho de que algo sea tradicional y se venga haciendo desde hace cientos o miles de años, no otorga justificación moral. Si muchas personas no se hubieran propuesto cambiar costumbres consideradas en su tiempo naturales y tradicionales, seguirían existiendo en nuestro entorno.
También es habitual el argumento de que no son comparables los humanos y los animales, incluso muchas personas se escandalizan entendiendo que se trata de equiparar a los animales con el ser humano. Efectivamente entre los humanos y el resto de los animales existen muchas diferencias, y nadie trata de cambiar esto, el humano es más racional, el elefante más fuerte y el caballo es más rápido. En realidad esto no es importante, ya que cuando hablamos de sufrimiento lo único importante es si somos capaces de sufrir, resultando irrelevante que sepamos leer, resolver problemas, y conozcamos idiomas. La capacidad de sentir de los animales sí es equiparable a la de los humanos, dado que, tanto unos como otros, poseemos un sistema nervioso capaz de recoger los estímulos del dolor, y un cerebro que recibe dichas señales nerviosas. Al someter a una persona a una cura médica, se le anestesia con el objetivo de eliminar temporalmente su capacidad de sufrir, no se eliminan sus capacidades racionales.
Lo relevante para ser moralmente considerable, y por lo tanto merecer la posesión de derechos, es la capacidad de sufrir y disfrutar. Y esa capacidad la tenemos la inmensa mayoría de los animales y únicamente los animales (la ciencia demuestra que los vegetales no). De la misma forma, podemos comprobar cómo los animales buscan las situaciones que les son placenteras, lo cual nos lleva a comprender que tienen interés en vivir para disfrutar de estas vivencias y que no sólo de trata de evitarles sufrir, sino de permitirles disfrutar de una vida que les pertenece, de relacionarse con normalidad con otros miembros de su especie, poder disfrutar del sol, correr por la hierba, desarrollar su sentido de rango social y del territorio…
Cuando hablamos de derechos para los animales, estamos hablando de los derechos más básicos como son el derecho a la vida, a la libertad y a no ser agredidos. No estamos hablando de si los animales deben tener derecho a votar, o derecho a tener una educación universitaria. Los animales tienen interés en no sufrir, en ser libres y en conservar su vida, en consecuencia sus derechos deben responder a esos intereses. La simple observación del comportamiento animal nos demuestra que intentan escapar del dolor y de cualquier encierro, e intentan conservar su vida.
Este contexto de discriminación moral que estamos describiendo, se nos ha ido inculcando desde pequeños y se encuentra tan arraigado en nuestra sociedad y en nuestra vida cotidiana que resulta muy difícil cuestionarla. Se nos ha enseñado que si no son humanos, aunque les causemos daño no estamos haciendo nada malo, ni somos injustos. Pero... ¿Esto es cierto? ¿Causar sufrimiento no es injusto?
Lo realmente importante es que los animales desean seguir viviendo, no desean ser agredidos, y desean vivir en libertad, no enjaulados. Y mientras los animales seamos capaces de sentir (disponemos de un sistema nervioso y un cerebro que nos dota de tal facultad) podemos experimentar sensaciones, como el sufrimiento, el bienestar, la angustia, el miedo...
Por tanto cualquier forma de explotación animal es una injusticia ya que se vulneran los intereses de los animales y es una forma de dominación.
Tampoco el hecho de que unos animales no respeten los derechos de otros, justificaría que lo hagamos nosotros, por el mismo motivo que no justificaríamos esclavizar niños simplemente porque lo hagan otros humanos. Los animales no tienen un código ético, no son agentes morales. La mayoría de los seres humanos en cambio sí somos agentes morales, plenamente responsables de nuestros actos y nuestras decisiones. Somos diferentes del resto de las especies animales, y deberíamos demostrarlo haciendo uso de una de las principales diferencias: la capacidad moral.
Hay una cuestión clave: si, por un lado, el uso de animales supone, como bien sabemos, la muerte, el terrible sufrimiento y la esclavitud de seres inocentes; y por otro lado, el ser humano dispone claramente de la opción de no utilizarlos, pudiendo escoger otras formas de consumo…, debemos ser sinceros con nosotros mismos y preguntarnos: ¿realmente qué es lo que nos lleva a elegir, de entre las dos opciones, la que implica privación de libertad, dolor y muerte?
Sólo hay una respuesta posible: por el placer, por la satisfacción de nuestro paladar y por las ventajas que nos reporta estar en esa situación de poder y dominio. Pero... ¿Es esto justo? No, si consideramos que el ser humano no necesita en absoluto de los productos animales para llevar una vida plena y feliz. Y esto lo demuestran los millones de personas en todo el mundo que ya han escogido una forma de consumo responsable y ética con los miembros de otras especies. Tan fácil como una simple elección.
Hemos de cuestionar nuestro propio comportamiento y plantearnos las terribles consecuencias que para los animales tiene el empeñarnos en no renunciar a los privilegios que los humanos nos hemos apropiado. Al final no es difícil darse cuenta de que todo esto es cultural, la situación nos la hemos encontrado así al nacer, no lo hemos decidido nosotros, y la historia nos demuestra que es necesario cuestionar nuestras costumbres, por muy arraigadas y tradicionales que sean si queremos acabar con la injusticia y contribuir a la evolución humana hacia un mundo habitable y justo.
Por cada persona que dé pasos en este sentido, es decir que deje de considerar a los animales como recursos o como propiedades y deje de consumirlos, se irá reduciendo el grupo explotador. Esto es lo eficaz, lo real y lo inmediato. Por eso se ha de trabajar duro: concienciar, educar y cambiar de mentalidad a la sociedad para que vayan abandonándose los hábitos de consumo especistas. Es lo único que podemos hacer por ellos. Nadie puede obligar a las personas a que cambien sus hábitos, si socialmente están tolerados y la legislación lo permite. Hemos de comunicar con las personas para que abran sus ojos y sean ellas mismas quienes decidan cambiar. La defensa de los animales no es una causa justa más que algún día será solucionada, nuestros actos cotidianos tienen repercusión hoy en sus vidas y esto es lo más importante y lo que puede marcar la diferencia para los animales. Lo importante es lo que hagamos hoy a la hora de comer o de vestirnos cada uno/a de nosotros/as. Y esta es una gran diferencia con otros tipos de situaciones injustas en el mundo: la solución no depende de mafias, narcotraficantes, multinacionales, políticos, sequías, el clima o la industria. En este caso el cambio está en nuestras manos.

*Nota aclaratoria: Es habitual que se acuse a los defensores de los animales de preocuparse de éstos, dejando de lado otras causas valoradas como prioritarias, como el ecologismo, combatir el hambre y la pobreza en el tercer mundo, las guerras, la esclavitud infantil, etc. Esta acusación es tremendamente injusta.
En primer lugar una persona que decide apoyar la no discriminación moral de los animales, comúnmente llega a este punto después de haber atravesado necesariamente esas etapas, es decir, los animales son un paso más. Una persona que defiende a los animales, también está en contra de la pobreza, de la violencia machista, de la discriminación homófoba, de la esclavitud, y de las guerras, dado que de otra forma estaría discriminando a los humanos y eso sería especismo. Si hay algo que un defensor de los animales no debería ser, es especista.
En segundo lugar, el hecho de decidir no participar en la explotación de los animales no influye en absoluto en que se pueda estar preocupado por la situación de los humanos. Y el hecho de trabajar activamente por los animales no implica necesariamente que no se pueda trabajar en otras causas como el ecologismo, o el humanitarismo, dado que no son cosas incompatibles. ¿O acaso culparíamos a un voluntario de Cruz Roja de dejar de lado la ecología por ayudar a las personas? El apoyar una causa no significa que no se apoyen otras. En cualquier caso es positivo que haya gente trabajando en todo tipo de causas para procurar que cualquier injusticia encuentre oposición, por mucho que unas se nos antojen prioritarias a otras.

Anónimo dijo...

Los socialistas parece que han aprendido la leccion.

Por cierto. Ha visto el administrador de este blog el video publicado en ecoterrorismo.tk y equanimal.tk . Parece que los blogs han sido censurados por los ecoterroristas votando en masa contra ellos en blogger pero no lo han conseguido.

Sugiero que tambien se publique en este blog (el video) para que llegue al mayor numero de personas y esta mafia/secta vegana y ecoterrorista quede una vez mas con el culo al aire.