DINERO PARA LOS ANIMALES

Ante el cambio climático y la crisis ambiental, todos se aprestan a buscar nuevas formulas para intentar paliar esta lacra relacionada con el progreso. La caza y la pesca, como otros recursos, han sufrido también en la última década un impacto importante y requieren un nuevo enfoque, una gestión más acorde con la conservación de los nuevos ecosistemas.

Como siempre algunas administraciones basan sus argumentos en perseguir y sancionar a cazadores y pescadores amén de volverlos locos con un sinfín de normativas que no aportan solución al problema de generar vida silvestre. Todos sabemos cuales son los males endémicos de la caza: control de predadores, herbicidas, pesticidas, semillas tratadas, roturaciones, deforestaciones, mixomatosis, neumonía hemorrágica vírica, purines, pastoreo abusivo, retirada de la paja, topillos, turolemia... y a pesar de todo, los cazadores siguen pagando con su esfuerzo y dinero los animales motivo de su afición. No se cuantos millones de animales deberán morir por esta exultante intervención humana en la Naturaleza. Como comprenderán, se me escapa.

Posiblemente quien lo sepa haga suyo el consejo de que es preferible ser dueño de los silencios que esclavo de las palabras. Pero a los que corresponda por galones que lo vayan pensando antes de que sea tarde. No sea que terminemos cerrando todas las salidas a la esperanza. Y si no quieren pensar mucho, ya saben cual es la solución: dinero y más dinero. La recaudación generada por la actividad cinegética se debería utilizar en la recuperación cinegética, al igual que en 1937 lo hicieron en EE UU pioneros en repoblaciones de la vida animal, con unos resultados sorprendentes. Desde entonces se han recaudado mas de 1,6 millones de dólares de un porcentaje de las licencias de caza, armas, cartuchería, complementos, textil, calzado, taxidermia, veterinaria, hostelería, guardas, cotos... Un sólo dato: en 1920, las acuáticas casi estaban extinguidas, hoy casi no se pueden censar. A ver si cunde el ejemplo.
J.A.SARASKETA

Fuente: El Correo