lunes, 29 de diciembre de 2008

EL TIRO POR LA CULTA

Por estas fechas en las que descansa la escopeta, viene bien -por aquello de quitar un poco de hierro- que les cuente un sucedido cinegético del famoso tornillero de Berriz. Para quien no conozca a Juanito, baste decir que se trata de una escopeta negra (predador nato), el terror de los animales del entorno, algo así como el José Tomas de la caza, pero sin capote. De hecho, está convaleciente de un navajazo que le propinó en la ingle un macareno que pasó a mejor vida. Poca cosa para un venador acostumbrado a jugársela cada vez que sale al campo.
El hecho es que en la pasada media veda se vio obligado, por aquello de hacer caja, a acompañar a un buen cliente a una salida a codornices. El personaje en cuestión, novato en estas lides, panzudo y bracicorto, resaltaba sobremanera sobre la enjuta figura del Clint Eastwod de Berriz. Llevaba el debutante -pertrechado con todo tipo de detalles- tres horas de patear por el rastrojo sin colgar codorniz alguna. Pero he aquí que al cruzar un regato se le puso el perro de muestra. La emoción y el azoramiento le subió un tono a su congestión. Arrancó la codorniz y de un certero disparo cayó el animal, con tan mala suerte que en un pis pas se la comió el perro. La desesperación rebosó los límites de la paciencia y el pobre animal recibió toda clase de imprecaciones e incluso alguna media patada. Vaya escena.
Acertó en esto a pasar por allí Juanito -tieso como una vara de avellano- mostrando una percha con dos docenas de codornices. ¡Cómo se notaba la labor del perro que le había regalado Iñaki Elorriaga! Tras el saludo de rigor encendieron un pitillo y como el novato mostraba su enfado por la actuación del perro, el tornillero de Berriz, con la autoridad que le daba la abultada percha y cierto aire de suficiencia, le dijo que aquello de comerse las codornices el perro tenía fácil solución «Mira, la próxima codorniz que mates, la coges antes que el perro, se la pelas bien pelada y se la das para que se la coma. Ten la seguridad que no se traga más piezas». Pero no le encajaba el consejo al abatido cazador. Así que preguntó por qué tenía que pelarlas. «Muy sencillo», contestó el tornillero, «al perro no le gustan las plumas y cuando vea que se las pelas te las llevará para que se las des peladas; entonces las cuelgas».
Se pueden imaginar la efectividad del consejo: según tocaban el suelo, el perro se las tragaba a pesar de haberle pelado previamente un par de ellas. En fin, uno a casa de bolo, el perro satisfecho y Juanito con un cliente menos en el haber. Y es que no es fácil abatir muchas piezas y gozar de la amistad de los cazadores. ¡Zorionak!

J.A.SARASKETA

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