domingo, 8 de febrero de 2009

Cazador sagitario

«Cuando tenía cuatro años me quedaba llorando en la ventana porque mi padre no me llevaba con él a cazar. Ahora sale conmigo y compartimos ratos muy buenos». Aitor Martínez Pozuelo, por lo que se oye, no le guarda ese 'rencor' que suele alojarse en la memoria cuando uno es mocoso.

La afición por la caza recorre su cuerpo como lo hace la sangre en su cíclico viaje interno. Y en su propósito de «experimentar nuevas sensaciones», Aitor exploró el curioso universo del arco. Trabajador de Michelin a tres turnos, ha llegado a salir de la fábrica a las seis de la mañana para detenerse en casa el tiempo justo de coger el arco y adentrarse en el bosque. Su apego por la naturaleza y la cinegética es tal que se ha involucrado hasta las trancas. Desde 2004 preside la Federación Alavesa de Caza, con 1.500 afiliados. «Este año hay elecciones y no me presento. En estos cuatro años he perdido muchas horas de familia y de monte. Tengo 31 años y quiero vivir». Modalidad que practica, disciplina en la que destaca. El karate le proporcionó tres títulos vascos; el tiro con arco, otro entorchado de Euskadi; y el recorrido de caza con arco, nada menos que dos campeonatos de España. «Es una prueba ficticia de caza donde no se abaten piezas, sino que disparas la flecha a dianas que simulan la forma de los animales. Tienes que saber cuál es carnívoro, cuál es hervíboro, si son hembras preñadas...». Precisamente eso, el conocimiento de la fauna, le motiva sobremanera. También el vértice psicólogico de la caza con arco. «Son de seis a ocho horas de competición que realmente se transforman en diez minutos de actividad entre preparar el disparo y tirar. A veces con lluvia, con niebla, con heladas... Tienes la sensación de estar metido en un frigorífico industrial». Aitor también se cobra piezas y prepara su alegato para quienes -no les niega el derecho- arremeten contra la matanza de fauna. «Hay gente que compra en la carnicería y considera que nosotros maltratamos al animal cuando desde nuestro punto de vista es todo lo contrario. Nosotros lo respetamos con un aprovechamiento culinario». «El 'síndrome de Disney' -prosigue- ha calado mucho en la sociedad, pero igual resulta que causamos más daño no reciclando. Lo que hacemos los cazadores con arco es meternos en el mundo del animal y buscar la perfección en el tiro para evitarle sufrimientos». Él está de acuerdo con la célebre sentencia de que el hombre es un lobo para el hombre. «El ser humano es el peor de los animales». Aitor reinvindica «el respeto y la ética» de quienes se dedican al arco, apenas dos docenas en Álava. Impulso genético Para el todavía presidente de la federación, la actividad de abatir piezas con arco se halla dentro del ser humano, es «un impulso genético». «¿Cuánto tiempo llevamos cazando con armas de fuego? ¿Doscientos años? ¿Y con arco? ¿Veinte mil? Los que ahora lo practicamos somos el eslabón siguiente a aquellos antepasados». Reconoce, no obstante, que el resto de la montería contempla a los arqueros como «tipos un poco raros». Y vuelve a reclamar el sentido del honor. «Como en todos los órdenes de la vida, habrá de todo, pero nosotros sólo disparamos si estamos seguros, tenemos una ética. Lo que pasa es que, como no metemos ruido al disparar, ya creen algunos que somos furtivos». Aitor exploró el arco para avanzar una zancada más en el universo de las sensaciones. Y se ha encontrado con «subidones» como dos viajes a Australia, isla gigante de contrastes absolutos, donde ha lanzado flechas en el desierto y en la selva. -Apasionado de la caza y el arco. ¿Qué le deparó el karate? -Del karate me queda, sobre todo, el honor. El no hacer las cosas porque sí. Pero también me queda eso de la caza.

Fuente: EL CORREO

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