sábado, 14 de marzo de 2009

Salmones

Finiquitada prácticamente la caza -salvo las torcaces en el sur peninsular- a mediados de marzo la pesca será la gran protagonista para un amplio colectivo de cañistas. Afortunadamente son muchas las especies y modalidades que requieren la atención de los aficionados. Caña al brazo ocuparan cauces y riberas aportando alegría y colorido a unos ríos embravecidos por las recientes lluvias.
Pero si se trata de destacar una especie que suscite especial pasión entre los aficionados nadie duda de que el salmón atlántico es el monarca del río. Un pez de ida y vuelta poderoso, esquivo y difícil de pescar. Si a esto añadimos los complejos trámites burocráticos que requiere hacerse con un pase en un buen tramo salmonero, estamos ante la pieza soñada por todos los amantes de grandes emociones.
No es fácil vaticinar qué nos va a deparar la temporada entrante. Los ríos llevan mucha agua y eso siempre es bueno. El pasado año bajaron las capturas porque la presencia del salmónido está condicionada a una migración larga y compleja, donde muchos ejemplares son presa de la pesca industrial.
Los primeros en remontar los ríos por estas fechas serán los pequeños vernales, luego lo harán los abrileños, allá por mayo los mayucos y en junio los añales, que como su nombre lo indica son ejemplares de un año. Todo cuanto rodea a este emblemático pez está rodeado de una aureola de misterio y complejidad que suscita al pescador una atracción especial, casi única.
Tres son las modalidades para su pesca; cebo, cucharilla y mosca. No son fácil manejarlas para atraer a un pez que al pasar del agua salada a la dulce obtura su aparato digestivo y sólo ataca el señuelo por su instinto predador. Todo pescador debería tener su oportunidad y experimentar la indescriptible ilusión de clavar, luchar y sacar del agua a esta joya de la naturaleza que es nuestro salmón atlántico.

J.A.SARASKETA

Fuente: EL CORREO

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