viernes, 23 de diciembre de 2011

Los múltiples enemigos de la becada

El acusado declive de la perdiz roja española en los últimos lustros ha provocado que miles de cazadores cambien de modalidad en busca de una especie tanto o más atractiva pero que vive en hábitats distintos y que requiere de otro tipo de perros y conocimientos para dar con la última especie cinegética pura en esencia, ya que no se ha podido reproducir en cautividad. La caza de la sorda se ha masificado en los últimos veinte años de una forma desmedida pero, a pesar de todo, esta maravillosa ave sigue aguantando la presión de sus numerosos enemigos. Hablamos ya no sólo de los furtivos que la esperan a traición al amanecer o atardecer cuando vuelve o va a sus lugares de descanso o comida, sino de los muchos elementos contra los que tendrá que luchar durante el día.


El primero, el gran número de cazadores que se han enganchado a esta modalidad, atraídos por una pasión contagiosa cuando el perro de muestra se clava para fijar la emanación que delata a la becada. Segundos eternos que permanecen en la retina del cazador y que se resolverán en un instante para bien o para mal. Momentos que desde diferentes medios se han idealizado hasta la saciedad y que son objeto incluso de publicaciones específicas con mucha información sobre esta caza, aunque luego se ignore demasiado sobre biología y comportamientos de esta ave que nos visita cada año.


En cuanto a las tecnologías, se ha pasado del clásico campano al cuello en el perro, que iba siempre a la vista del cazador, a perros que “devoran” los montes a la carrera y que portan obligatoriamente un zumbador que avisará en caso de “muestra”, permitiendo ser localizados a cientos de metros. Solo hace falta que el perro sea paciente y fije el pájaro, que ya llegará su amo. Hay algunos montes en los que parece inminente una invasión extraterrestre debido a los numerosos y frecuentes pitidos de los perros que los recorren. Lo último en el mercado son los localizadores del can con sistema GPS, a través de una pequeña pantalla que indica al cazador la posición exacta del perro en metros, y cuyo mando a distancia puede hacer que el collar emita sonidos o deje de hacerlo, mientras el perro sigue de muestra. Cuanto menos tiempo haya ruidos delatores, mejor, no sea que llegue alguien antes. El capítulo de armas y municiones, también ha mejorado lo suyo, imponiéndose ligeras escopetas de menos de tres kilos y cartuchos de 40 ó 42 gramos, capaces de lanzar cargas desmedidas de perdigón muy fino, del 10 ó 11, a velocidades de vértigo y capaces de borrar cualquier zarza o rama que se les ponga por delante.


También las numerosas pistas habilitadas por todas partes facilitan llevar el coche hasta el mismísimo borde del bosque, el mismo al que hace años se tardaba en llegar muchos minutos solo para poder empezar a cazar. Por supuesto, mientras avanza imparable la urbanización y colonización progresivas tanto del campo como del monte.


Y sin olvidar las fechas hábiles de caza, seis días a la semana en Bizkaia y siete en Gipuzkoa o Navarra, por ejemplo, lo que hace que queden pocos rincones sin explorar a diario en estos territorios. Una presión implacable para la siempre majestuosa sorda. Al menos, el cupo de tres ejemplares por cazador y día pretende rebajar posibles capturas abusivas. En cuanto a cifras, los datos apuntan a que la población europea de becadas rondaría los 7,5 millones, que se duplican tras la época de cría, y que al año se cazarían casi cuatro millones de pájaros. En España, Fedenca baraja datos de capturas anuales sobre 116.000 ejemplares de media en el último lustro, a sabiendas de que sean muy a la baja, seguramente porque a los sorderos no gustan de presumir de sus capturas, para no poner en riesgo sus zonas de caza. Y a pesar de todo, este pájaro que nos llega de toda Europa e incluso de Rusia y Siberia, no parece tener alarmas en su estatus poblacional.

J.ATXA


DEIA

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